dimecres, d’abril 11

TRES VELAS

Mientras miraba cómo un mirlo escarbaba y tiraba al suelo la corteza del macetero del limonero, pensó que las escandalosas nuevas se volverían color vino con el tiempo. El móvil vibró. Se levantó cogiendo el petate que tenía preparado al pasar por el pasillo.

Cuando llegaron a Marsella, tras seis horas de viaje, durmieron en la primera habitación libre que encontraron en el puerto viejo donde recogieron las velas nuevas. Hasta Génova fueron en un ferry con el resto de la tripulación y allí embarcaron en un pailebote centenario que debían de traer de vuelta a casa.

Al enfilar la bocana del puerto de arribada, izaron las escandalosas rojas: cien años bien valían una señal de alegría, de dignidad jocosa que les hizo exclamar mirándose: "Nosotros volveríamos a llamarlo El Chulo".

Al entrar en su casa la radio sonaba y el calendario de la cocina ya marcaba abril.

Carmelina

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